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“DIEZ SANADOS, UN AGRADECIDO”



Por P. Wilkin Castillo, San Juan de la Maguana

Hoy Domingo Vigésimo Octavo (XXVIII) del Tiempo Ordinario, San Lucas nos sorprende con un hermoso y edificante texto que tiene lugar en la vida pública de Jesús, sin dudas todo esto este relato sale del corazón amoroso y acogedor de un Jesús que es plenamente humano. Es la parte del Evangelio donde diez hombres enfermos de lepra de lejos piden a Jesús que tenga piedad de ello, ya que esta condición los tenía marginados, olvidados y sin la más mínima esperanza de ser acogidos e integrados a la comunidad.

Cuando Jesús iba a entrar en un pueblo como dice el Evangelio vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: “Jesús Maestro, ten compasión de nosotros.”

Jesús ante la petición desesperante y agonizante de estos diez hombres leprosos no responde nada, pero acciona y les dice: “Vayan a presentarse a los sacerdotes.” Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Hay aquí un elemento primordial y es la obediencia de los leprosos al escuchar primero lo que Jesús les dice y segundo hacer lo que él les propuso.

Jesús no tocó ni utilizó una fórmula mágica para dirigirse a los leprosos; simplemente les da una orden. Ellos creyeron y obedecieron antes de ver el milagro. Por eso toma fuerza aquí la frase de un servidor que dice: “Si la fe es grande el milagro será mayor.” Hoy estos hombres leprosos en un primer momento nos dan a todos una gran lección, ya que manifestaron una fe verdadera, no la fe del carbonero como comúnmente decimos, más bien caminaron confiados y guiados por la palabra de Dios.  

Cuántas veces nosotros al igual que Santo Tomás queremos ver primero para creer, pero el Señor nos enseña hoy que solo el que se pone en camino experimenta la salvación.

Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: “¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿Dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?”. Y le dijo: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado.”

Interesante de los diez curados, solo uno, un samaritano, un extranjero, vuelve glorificando a Dios y dando gracias.

Los otros nueve recibieron la salud del cuerpo, pero este hombre recibió también la salud del alma. En este sentido toma fuerza también otra frase que utilizo mucho en mis conversaciones cotidianas que dice: “Vale más recuperar la salud espiritual y no la física, ya que con la salud física te condenas y con la salud espiritual te salva.

Jesús le dice a este leproso: “Levántate, tu fe te ha salvado.”

es bueno que nos hagamos conscientes de que hay una diferencia entre ser curado y ser salvado. Muchos reciben dones, favores, milagros, pero pocos reconocen el origen de esos dones y no se postran agradecidos ante Dios. La ingratitud es una forma de ceguera espiritual: Es disfrutar del don y olvidar al Dador.

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