Investigadores de la ETH de Zúrich han desarrollado un material de construcción inédito: una estructura viva, capaz de absorber dióxido de carbono del ambiente mientras fortalece su propia forma. Impreso en 3D a partir de un hidrogel polimérico, este compuesto alberga cianobacterias fotosintéticas que utilizan solo agua salada artificial, luz solar y CO₂ para crecer.
El impacto de esta innovación no se limita al aspecto biológico. A diferencia de otros métodos, este material captura el carbono en dos fases: lo transforma en biomasa y lo fija también en forma de minerales estables (carbonatos), lo que permite una retención más duradera. Cada gramo del material puede absorber hasta 26 miligramos de CO₂, manteniéndose activo por más de 400 días, sin necesidad de energía adicional.
Además, su versatilidad de diseño lo convierte en una propuesta ideal para el urbanismo sostenible. Puede imprimirse en formas arquitectónicas complejas como fachadas curvas, recubrimientos porosos o estructuras de gran escala. Ejemplos reales ya se han presentado en exposiciones internacionales como la Bienal de Venecia y la Trienal de Milán, donde estas construcciones vivas han demostrado su eficiencia estética y ambiental: una sola estructura capturó el equivalente al CO₂ que absorbería un pino adulto durante todo un año.
Este avance representa más que un logro científico: es una visión tangible hacia ciudades capaces de respirar. En tiempos de crisis climática y urbanización acelerada, la arquitectura ya no tiene por qué ser una fuente de emisiones, sino un agente activo de descontaminación atmosférica.
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